Para ayudar a los más afectados por la pandemia
La historia de un sacerdote de Costa Rica está dando la vuelta al mundo desde que decidió retomar su antiguo oficio de panadero, que ejerció en su adolescencia, para recaudar los fondos necesarios para ayudar a los más necesitados de su comunidad parroquial.
Se trata del P. Geison Gerardo Ortiz Marín, de 39 años, actualmente pastor de la parroquia Santa Rosa de Lima del distrito de Pocosol, ubicado en Ciudad Quesada, al norte de la provincia costarricense de Alajuela.
Actualmente se encarga de acompañar a las 47 comunidades que conforman su parroquia, pero con la ayuda de los sacerdotes Omar Francisco Solís Villalobos y Gustavo Araya Solís.
El P. Geison nació en 1981 en Ciudad Quesada y es el segundo de seis hermanos de una familia humilde.
“Dios me sacó de una panadería donde yo hacía un pan que saciaba el hambre de los hombres, para hacer hoy un pan que da la vida eterna”, narró el P. Geison, que fue ordenado sacerdote el 12 de diciembre de 2010, en una reciente entrevista concedida a ACI Prensa.
“Creo que este es un momento especial. Dios me ha permitido regresar a mis orígenes. Dios me ha permitido acercarme a las necesidades de nuestros hermanos. Este es un momento en el que el Señor nos está permitiendo vivir la solidaridad y cercanía de una manera muy especial”, expresó el sacerdote, que durante las noches celebra la Eucaristía.
“Siempre le digo al Señor ‘gracias’, porque éste es el pan verdadero que da la vida eterna, que da la riqueza más grande y el que deseo que nuestra gente tenga, perciba, saboree y sienta”, afirmó sobre la Eucaristía.
El P. Geison cuenta que aprendió del oficio de la panadería a los 15 años, por necesidad, debido a las condiciones económicas precarias de su familia.
“Tuve que salir a buscar trabajo. Encontré la oportunidad en la panadería de una familia vecina y trabajé allí durante 5 años. Tuve que dejar el estudio porque la situación económica empeoró y, al ser el segundo mayor de la casa, tuve que hacerme cargo de varias responsabilidades”, relató.
Por otra parte, contó que en sus 5 años de experiencia como panadero, aprendió “de todo”, desde “barrer o lavar un molde, hasta a aprender repostería, hornear panes y empacar”.
“Esta experiencia me acercó a la realidad laboral de muchísima gente: de saber lo que es cumplir un horario, levantarme de madrugada, tener horas extra de trabajo. En definitiva es una experiencia que me enriqueció”, aseguró el sacerdote.
El P. Geison explica que su llamado al sacerdocio se dio desde una edad muy temprana. A los tres años de edad, un día que sus padres discutieron y no lo llevaron a él ni a sus hermanos a la Eucaristía, se entristeció grandemente. Sin embargo, el pequeño decidió colocarse una camisa y jugar a hacer la consagración del pan y el vino. También contó que esas ganas de ser sacerdote nunca las perdió a lo largo de su vida.
A los 20 años, tras conversar con amigo sacerdote y comentarle que también quería dedicar su vida al Señor, éste lo animó y ayudó a terminar sus estudios de secundaria. Fue entonces que Geison decidió dejar su trabajo de panadero y a los 21 años ingresó al seminario.
“Estudié por 7 años en el seminario y ahora tengo 10 años de ser sacerdote. Me siento inmensamente feliz porque Dios me llamó no solamente desde una panadería, sino desde mucho antes, desde aquel día en el que no pude asistir a Misa pero quise celebrar la Eucaristía”, narró.
Sobre la situación que vive la Iglesia en Costa Rica, comenta que desde hace un mes se suspendieron las celebraciones de las Misas con asistencias de fieles.
En medio de la cuarentena o aislamiento social obligatorio, el P. Geison empezó a notar, cada vez con mayor intensidad, las necesidades económicas parroquiales y comunitarias.
“Mucha gente empezó a llamar a la puerta de la casa cural pidiendo ayuda, a la vez que la parroquia dejaba de percibir ingresos de las colectas y las ayudas sociales”, explica.
No obstante, el P. Geison sabía que todavía mantenía en su interior “la experiencia de la panadería” en la que tenía “ciertas facilidades”, y por ello pensó que se debía “hacer algo en vez de estar encerrados esperando que esto pase”.
Entonces, decidió “prender el horno” nuevamente y empezó a recaudar fondos para mantener la parroquia.
“A los pocos días la gente empezó a tocar la puerta pidiendo alimentos porque la estaban pasando mal, y entonces el Señor puso en mi corazón que la preparación del pan también lo podíamos transformar en alimentos por el bienestar de los que más necesitan”, relata.
Actualmente, el P. Geison realiza el trabajo de panadería entre 3 o 4 días a la semana. Utiliza cerca de 25 kilogramos de harina por jornada de trabajo para hornear diferentes tipos de pan, bollas de pan rellenas de queso con azúcar, trenzas de piña y chiverre, empanadas de piñas y palitos de queso. La bolsa del producto se vende a 1.500 colones (2.65 dólares aproximadamente).
“Con 1.500 colones aquí compramos tal vez un paquete de arroz de 2 kilogramos. Hemos tratado de ayudar hasta el día de hoy a unas 60 familias a las que se les ha brindado un alivio. Es mucha gente que toca nuestras puertas”, cuenta.
También comentó que, días atrás, hicieron una campaña de recolección de alimentos que tuvo una buena acogida.
“Hemos logrado repartir más de 120 diarios para todas estas familias que pasan necesidad. No es mucho lo que hacemos, pero la ganancia la vamos invirtiendo, y hasta el día de hoy, quien haya tocado la puerta de esta casa cural, por lo menos se ha llevado un paquete de arroz, azúcar o frijoles. No se ha ido con las manos vacías”, agregó.
En otro momento, el P. Geison afirmó que lo que más le agrada de ser sacerdote, aparte del servicio a la comunidad, “es celebrar la Eucaristía”.
“Durante todo el día trabajo horneando pan, vendiéndolo y en las noches celebro la Eucaristía. Siempre le digo al Señor ‘gracias’, porque éste es el pan verdadero que da la vida eterna, que da la riqueza más grande y el que deseo que nuestra gente tenga, perciba, saboree y sienta”, acotó.
Al final de la entrevista, dijo que sus hermanos sacerdotes y los laicos “han recibido dones especiales” y que “ésta es una oportunidad que Dios nos permite estar viviendo para reinventarnos y acercarnos a los necesitados”.
“Invito a mis hermanos sacerdotes en el mundo entero a seguir sirviendo al pueblo de Dios con humildad. No buscamos ninguna fama o vanagloria, porque lo que recibimos gratis, gratis lo damos. Como dice la Palabra, solamente somos siervos inútiles que hemos hecho lo que teníamos que hacer, pero que lo hacemos con el toque de alegría y talento que cada uno tiene”, concluyó el P. Geison.