y la Sagrada Familia vino a visitarla y la llenó de amor
La persecución comunista contra los cristianos no fue en Hungría tan dura como en Checoslovaquia y, desde luego, no llegó a los niveles de horror de Rumanía, pero pese a ello envió a miles de clérigos a las cárceles. Entre ellos, a la hermana Irén Szita, a la que encerraron con 25 años.
Sobre esas persecuciones, los libros del sacerdote historiador Gyula Havasy daban una primera retahila de cifras ya en su edición de 1990: 600 sacerdotes encarcelados bajo los regímenes de Rákosi (1945 a 1956) y Kádár (1956 a 1965), 2.000 monjas y 800 monjes detenidos, 59 órdenes religiosas disueltas, prohibición de los movimientos católicos de laicos, 10.000 religiosas y 1.500 monjes dispersados o exclaustrados…
Pero detrás de los números, hay historias de fe de personas concretas, como la de Irén Szita, carmelita que contó su testimonio en 2020 en una serie devídeos preparatorios para el Congreso Eucarístico Internacional de Budapest. Habla de su experiencia en prisión, de cómo Dios le dio ánimos y de la hermosa experiencia mística que vivió más adelante estando en aislamiento.
Presa con 25 años, otras mujeres acudían a ella
«Yo tenía 25 años. Primero me sentenciaron a un año de prisión, y cuando pasó el año el guardián me dijo que la Seguridad Estatal me había sentenciado a otros 5 años«, explica Irén Szita, cuya única culpa, ante el régimen comunista, era ser religiosa contemplativa.
«Siempre sentí que si lo soporté no fue por mi frágil voluntad sino porque el Buen Dios me dio la fuerza», añade.
«Dormíamos en literas y por las noches las presas se reunían a mi alrededor porque, no se cómo, notaban algo en mí, y yo les decía que se mantuvieran firmes y que el Buen Señor les ayudaría», recuerda.
En la incertidumbre, acudió a Jesús
Hubo un día en prisión en que se despertó en ella la incertidumbre. ¿Todo su sufrimiento servía para algo? ¿Así debía sacrificar su vida? «¿Había sido llamada a sufrir toda esa injusticia por amor a Jesús? Sentí un poco de incerteza», detalla, eligiendo las palabras con cuidado. «Entonces le pregunté a Jesús».
Como respuesta, recibió de nuevo «una gran fuerza y certeza, estaba segura de que Jesús estaba conmigo y no me dejaría». Irén Szita cree que Dios le dio ese don para poder luego fortalecer ella a las otras mujeres que la acompañaban.
Pero aún le faltaba una experiencia más de Dios que impactó en su estancia en prisión y para el resto de su vida.
Con la Virgen, José y el Niño, en la celda
«Pasé la Navidad más feliz de mi vida en estricto confinamiento solitario», señala.
«Sentí como si mi celda se convirtiera en el Cielo. La Santa Virgen, San José y el Niño Jesús vinieron a mí desde el Cielo. Sentí como si estuvieran realmente allí. Estando a su lado hay una cascada de amor que fluye de ellos… las palabras no bastan para explicarlo», asegura.
«Vinieron a mí sin que lo pidiera. Yo no les llamé, solamente pensé en ellos. Todo empezó cuando estaba pensando sobre la desgracia que tenía que soportar allí y me sentía muy descorazonada. Me pregunté cómo podría ser en el Cielo, cuando todos los santos están juntos», detalla.
Y añade una frase parecida a la que han dicho otras muchas personas que han experimentado una experiencia mística: «Me gustaría que todo el mundo pudiera sentir ese amor, porque entonces no habría gente mala en el mundo«, afirma.
«No os olvidéis de Jesús»
Su enseñanza en la prisión, y también hoy, fuera de la prisión, es que ninguna fuerza externa puede sacar a Jesús de la vida de los hombres: sólo cada hombre puede decidir abandonarle, dejarle fuera.
«Jesús está en nuestras vidas, con nosotros, sufre, goza, todo… con nosotros, vive en nosotros. Sólo nosotros podemos dejarle. Os pido, queridos hermanos y hermanas, no os olvidéis de Jesús. Él es piadoso, tiene un corazón amoroso, y si le buscamos siempre estará con nosotros y nunca nos dejará», asegura con firmeza.
El régimen comunista cayó en Hungría en 1989. János Kádar, su último jerarca, murió ese año y antes se confesó con un sacerdote. Después de 30 años sin comunismo, según el Eurobarómetro 2019, el 62% de los húngaros se declaran católicos, otro 13% son cristianos de distintas confesiones.