Sintió otra llamada: ahora es franciscano en Jerusalén
Fray Fergus Clarke es franciscano de la Custodia de Tierra Santa y ha podido cumplir su sueño de ser organista en el Santo Sepulcro, la basílica situada en el lugar en el que Cristo murió y fue sepultado, así como en el convento de San Salvador en Jerusalén.
Este franciscano irlandés de 71 años llegó a ser franciscano en la tierra de Jesús de una manera muy llamativa y poco usual que ha querido relatar a la Custodia de Tierra Santa en una entrevista.
El retiro en Tierra Santa
De este modo, fray Fergus relata que “en 1994 llegué a Tierra Santa por primera vez para realizar un largo retiro espiritual. En ese momento ya era sacerdote desde hacía años, pero me fascinaron los franciscanos de Belén y la procesión del Santo Sepulcro. Tan solo escuchar el sonido del canto de los frailes me conmovió”.
Como si se tratara de ayer mismo, recuerda que la mañana del 30 de junio de 1994, siguiendo el programa de aquel retiro espiritual que realizaba se encontró “ante la puerta de la sacristía de los franciscanos en el Santo Sepulcro, en la capilla de la Magdalena. Inmediatamente me asaltó un pensamiento: me convertiría en franciscano en Tierra Santa. En ese momento, un fraile salió de la sacristía, cerró la puerta y se marchó. Fue como si mi mente me estuviera hablando. Empezó entonces una etapa de mucha angustia”.
Aquel mismo día, Fergus Clarke habló de esta sensación con el predicador del retiro. “Ambos acordamos que aquel episodio tan sólo había sido una distracción, y lo olvidé todo”, relata. Pero al final del retiro fue a una Eucaristía en el Santo Sepulcro y cuenta que “mientras esperaba que saliese el grupo anterior vi a unos franciscanos hablando de nuevo y me emocioné. Ese mismo día volví a hablar con el director y una vez más los dos convinimos en que seguía siendo una distracción y lo olvidé de nuevo”.
El anhelo que no desaparecía
Clarke volvió entonces a Estados Unidos donde ejercía como párroco pero como él mismo señala, “el impulso de hacerme franciscano que había sentido en Tierra Santa no me dejó durante todo el tiempo que estuve en California, día y noche, durante años. Así comenzó un proceso de discernimiento. Era feliz con lo que estaba haciendo, pero debía analizar ese deseo que crecía en mi interior. Después de tres años, deje mi diócesis para unirme a los franciscanos”.
Y así con 49 años y siendo sacerdote diocesano se trasladó a Italia al noviciado franciscano. “Cuando la gente me preguntaba por qué quería convertirme en franciscano en Tierra Santa –relata fray Fergus- sólo podía contestar que me empujaba un fuerte impulso que no podía detener”.
23 años después no se arrepiente de la decisión que tomó y asegura sentirse “bendecido de muchas formas” tratando cada día de ser un buen franciscano pues “ser cristiano y sacerdote es un proceso que dura en el tiempo”.
Su otra vocación
Desde su llegada a la orden de San Francisco su vida ha dado un vuelco. “Llevo en Tierra Santa desde 1998 y he pasado por distintos lugares. También fui presidente de la comunidad del Santo Sepulcro y superior del convento del Monte Nebo. Ahora he regresado al lugar donde empecé hace veinte años: San Salvador. También soy organista ayudante en el Santo Sepulcro y toco durante los ingresos solemnes. Además, toco en el Santo Sepulcro cuando tenemos oficio de lecturas nocturno, a medianoche, y esto sucede unas cuarenta veces al año. Toco el órgano en las misas de los domingos, durante las procesiones de la tarde y también en las primeras y segundas vísperas de las fiestas. Toco también en San Salvador en la oración de laudes matutinas el domingo y por la tarde para la adoración”.
Tal y como queda patente además de su vocación religiosa su vida está marcada por otra vocación, la musical. Fray Fergus cuenta que su amor por la música comenzó en la escuela. “Estaba interno en un colegio, como era habitual en esa época, y allí había un órgano de tubos. El 13 de febrero de 1962 fue el día en que recibí mi primera clase de órgano. Desde ese momento, continué tocando, sobre todo durante la etapa del seminario. Después, estudié música durante cinco años y me gradué en Irlanda. Luego, en Washington DC obtuve un máster en música litúrgica. He utilizado mis talentos todo lo posible y soy muy afortunado por ello”, relata este franciscano.
Por último, para acabar este fraile asegura que “no podría vivir la vida que tengo sin fe, si no creyese en la Resurrección. Aquí en Tierra Santa he tenido oportunidad de tocar la vida de muchas personas diferentes y me parece un gran privilegio. Cada dos años regreso a los Estados Unidos y celebro misa allí y me pregunto si alguna vez me he arrepentido de mi decisión de dejar el ministerio parroquial para venir a Tierra Santa. La respuesta es no, nunca. Por supuesto, es agradable volver de vez en cuando y encontrarse con la gente del pasado, personas en las que planté una semilla que el Espíritu Santo ha hecho germinar. Al mismo tiempo reconozco que hay dificultades también al estar en Tierra Santa. Sin embargo, el corazón de todo es creer en la Resurrección de Jesús”.