En Medjugorje la Virgen lo salvó del infierno
Antonino Cuomo tenía una doble vida. Por una parte, era el hombre correcto, joven padre de dos hijos y esposo; pero no se resistía a engañar a su esposa, tal cual venía haciendo desde antes de casarse. Incluso algunas de sus amantes estuvieron presentes el día del matrimonio. “Me propuse encontrar una buena chica a la que amar y, al mismo tiempo, llevar una vida paralela, entregado a la transgresión, para satisfacer mis instintos animales. Estaba bien con mi esposa e hijos, pero no era suficiente para mí”, confirma el propio Antonino.
Era una cara dura que, hasta cierto momento de su vida, no recordaba la última vez que se había confesado u orado. Ha reconocido en más de una entrevista y registrado en videos testimoniales (como el incrustado al final de esta crónica), no solo haber llevado una vida apegado a las drogas, el alcohol y la lujuria… Antonino afirma haber sentido incluso un rechazo visceral, odio podría decirse, hacia la Iglesia, los sacerdotes, la propia Virgen María. “Honestamente no sé la razón, creo que todo fue una consecuencia de la forma en que estaba llevando mi vida y probablemente el diablo tuvo algo que ver en ello”, asiente.
La esposa ora y ayuna por su conversión
En algunos momentos al mirar a sus hijos, dice, parecía que surgía en él algo de remordimiento; pero poco duraba aquel sentimiento en un hombre que incluso se permitió decirles a sus amantes que abortaran cuando alguna quedaba embarazada. En ese torbellino de compulsividad egoísta nada le satisfacía y por ello cuando se sintió en la cúspide del placer trasgresor con una de sus enamoradas, se aferró. Dejó a su mujer, su hogar, sus hijos, su familia, yéndose a vivir con aquella amante.
La esposa de Antonino, quebrada emocionalmente, aunque no era una mujer que frecuentara la parroquia o los sacramentos, luego de escuchar hablar de Medjugorje, decidió ir allí para pedir ayuda a la Santísima Virgen María. A su regreso ella venía renovada, confiada a la voluntad de Dios, leía la Biblia, iba dos veces por día a misa, una por su esposo, otra por ella y se confesaba regularmente. Pero además comenzó a rezar hasta diez rosarios diarios y ayunaba, pidiendo por la conversión de su esposo.
Esclavo del demonio
Antonino tras visitar a sus hijos en el hogar familiar regresaba de allí luchando con su conciencia y creyendo que era un buen padre. Uno de esos días ya cuando estaba en su casa por la noche durmiendo recuerda haberse visto en un charco de sudor y a los pies de la cama había una figura negra e imponente con ojos rojos mirándole fijamente. Fue el momento más aterrador de su vida reconoce. “Por la vida que llevé puedo decir que fui siervo del diablo, viví en adulterio, puse la impureza en primer lugar, aconsejé abortos, blasfemé todos los días, especialmente contra la Virgen María, por lo que fui siervo del maligno”, afirma Antonino.
Tras un nuevo sueño en el que veía a su hija rogándole que volviese al hogar, aceptó tomarse unos días junto a su esposa e hijos visitando Medjugorje.
“Cuando llegué a Medjugorje, el primer día que entré en la iglesia estaban rezando el rosario y recuerdo que blasfemando abandoné inmediatamente la iglesia. Empecé a fumar, me sentía sofocado por esa oración”, confidencia.
Confesión y gratitud a la Virgen de Medjugorje
No fueron sencillos los primeros días. Tan solo mirar a su esposa lo irritaba, dice, a la par que percibía paz estando con ella, pues “transmitía una luz de amor muy fuerte”, señala Antonino. Tuvo también pensamientos suicidas y lloraba sin poder contenerse. Esta crisis espiritual tocó fondo cuando un día, al verla rezando -confidencia-, comenzó a blasfemar sin control e incluso la escupió.
Tras este incidente Antonino se quebró, iniciando su liberación y conversión acudiendo al confesionario. Así narra el mismo aquellas vitales experiencias de fe:
“Me desahogué con el sacerdote y al salir del confesionario comenzó mi verdadera peregrinación. Ya no sentía la rabia de estar en ese lugar, y ya no tenía el rechazo de las imágenes sagradas o de las oraciones. Poco después estando con el Padre Jozo, comenzó a recitar oraciones y mirando la imagen de la Virgen nos hizo consagrar a todos. Durante la Consagración lloré y a mi manera me consagré a la Virgen. Antes del último día de la peregrinación me confesé de nuevo, confesando sinceramente todos los pecados que tenía dentro. El confesor me dio 10 rosarios para rezar como penitencia. Luego asistí a la Santa Misa, antes de salir, y en el momento del intercambio de paz, sentí que me tiraban por detrás de la camisa, me di la vuelta y vi que era una niña de unos 8 años y me dijo «Paz», dándome la mano. Antes de eso esa niña no estaba allí, me dio el signo de la paz sólo a mí, y luego regresó a su lugar cerca de la estatua de la Virgen, abrazó a su padre y sin esperar el final de la misa se fueron. Sé que gracias a la Virgen de Medjugorje, gracias a la Reina de la Paz, me salvé de una vida sin reglas y sin frenos, que me estaba llevando a la perdición”.
Fuente: Portaluz.org